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lunes, 19 de julio de 2010

El cambio esta llegando a los aliados árabes de Occidente


La portada del último número de la revista 'The Economist' en el Reino Unido fue por lo menos llamativa igual que el título principal “El cambio está llegando a los aliados árabes de Occidente”.
No es habitual que esta revista procapitalista asigne grandes espacios de sus páginas para tratar asuntos internos y comprometedores de dos de los países árabes más importantes (aliados estratégicos de Occidente en Oriente Medio), Egipto y Arabia Saudita.


La revista resume la crisis en los dos países atendiendo al estado de salud de sus líderes, y la edad tan avanzada de los mismos (El Rey Abdullah de Arabia Saudita tiene 87 años y Husni Mubarak de Egipto tiene 83) pero sobre todo al hecho de que la sucesión, especialmente en el caso de Egipto no está resuelta. Un asunto que predice un período de transición muy incierto.


Que la revista se haya centrado en estos dos países no quiere decir que los otros países de la zona estén en mejor situación. Irak por ejemplo está en la peor etapa de su historia moderna, Siria se enfrenta a una situación de crisis económica desastrosa, Sudán está a las puertas de dividirse en dos países en uno y Yemen está apunto de declararse como estado fallido. La salud del presidente argelino no es mucho mejor que la salud del presidente Mubarak. Sin embargo, este enfoque sobre estos dos países refleja la preocupación occidental por la situación de dos aliados que no han cesado en apoyar (directa o indirectamente) las políticas y guerras que Occidente ha llevado a cabo en la región.




Los enormes desafíos que enfrentan los dos países necesitan de líderes jóvenes en una salud perfecta. La región se encuentra al borde de una guerra con Irán y Arabia Saudita podría ser su punta de lanza, y las crisis tanto externas como internas acechan a Egipto por todos los lados, por una parte esta la amenaza de perder gran parte del agua del Nilo después de que países fuente como Kenia o Etiopía quieran cambiar la distribución de porcentaje de agua que le corresponde a cada país, por otra parte tenemos la política que Egipto adopta hacia el bloqueo de la Franja de Gaza y que se ha convertido en una vergüenza para el gobierno frente a la población y todo el mundo árabe y musulmán, sobre todo después de la matanza de la flotilla de la Libertad. Eso por no hablar de las interminables crisis internas de pobreza, corrupción, injusticias, eliminación de derechos, un toque de queda que lleva más de tres décadas funcionando, etc.

Sólo hay que ver la portada de la revista con la imagen de Husni Mubarak como el Faraón que se hunde en las arenas del desierto para darse cuenta de las condiciones del país. Es como si la revista confirmara las profecías de cambio que conocemos todos, y conocen la mayoría de los hijos de Egipto de que la etapa del cambio ha llegado y es cuestión de tiempo ni más ni menos.


Esta preocupación occidental por la suerte de los países es comprensible, sobre todo en el caso de Egipto. Los Estados Unidos invirtió más de sesenta mil millones de dólares en el régimen egipcio, así como decenas de miles de millones provenientes de otros países europeos como precio a la moderación egipcia y las funciones que emanan de ella como luchar contra el extremismo en el mundo árabe, apoyar el fallido proceso de paz, y prevenir cualquier amenaza a la seguridad israelí.

Todo lo contrario ha pasado en el caso de Arabia Saudita que invirtió cientos de miles de millones de dólares para comprar armas, acciones, bienes occidentales con el fin de garantizar la protección que éste último le brinda.

Las perspectivas del cambio en Egipto parecen más reales en la actualidad, puesto que muchos dentro y fuera del país consideran que el estado esta viviendo estos días el final de una etapa tal y como pasó en los últimos días del reinado del rey Faruk I cuando un grupo de oficiales (movimiento de oficiales libres) después de dar un golpe de estado consiguieron derrocar al rey y establecieron un nuevo rumbo para Egipto.

El todavía presidente Mubarak sorprendió a muchos cuando respondió a una pregunta de un reportero sobre la identidad del próximo presidente de Egipto, diciendo: "Sólo Dios lo sabe". Esto pone en duda el proceso de sucesión, que fue patrocinado por el propio presidente desde hace 10 años para allanar el camino a su hijo.

Las expectativas de cambio en Egipto no se detuvieron ni un momento en la década pasada sin embargo eran decepcionantes debido a las imprecisiones de los líderes de ese cambio. Pero todo parece indicar que esta vez hay una situación favorable y los instrumentos de represión que han contribuido a mantener la continuidad del sistema han empezado a derrumbarse, especialmente después de la tortura brutal del joven Khaled Said y la reacción de condena de los terribles hechos que hubo en todo el país.

Hay que añadir a todo lo anterior el deterioro del papel de Egipto en la zona de Oriente Próximo después de la debilidad de la influencia occidental, el crecimiento de fuerzas económicas en la región del Golfo y el auge de potencias económicas y militares en la región como Turquía e Irán.

La experiencia ha dictado siempre que ante cualquier amenaza para los intereses occidentales, los líderes masculinos y femeninos de Occidente e Israel corren a El Cairo en busca de ayuda con el fin de corregir errores, disipar el estado de crispación, el ejemplo más destacado lo tenemos con la visita de Benjamín Netanyahu a Sharam el-Sheikh y su encuentro con el presidente Husni Mubarak, con la esperanza de presionar a los palestinos para que regresen a las negociaciones directas con los israelíes.

Los países occidentales están comenzando a darse cuenta del error tan grande que cometieron cuando invirtieron y apostaron por las dictaduras árabes a costa del bienestar y el interés general de los pueblos o cuando se olvidaron de la democracia, la justicia y derechos humanos al mismo tiempo que apoyaban o callaban las brutales represiones de muchos de los líderes árabes con el fin de garantizar la superioridad y liderazgo de Israel en la zona y conseguir el petróleo al mejor precio así como perpetuar su hegemonía sobre las reservas y rutas de suministro del oro negro.

La rueda del cambio en los países aliados de Occidente ha comenzado a girar rápidamente y no creo que vaya a haber pastilla capaz de frenarla porque cuando la base popular se mueve no habrá sobornos ni reformas que valgan (como es el caso de Arabia Saudita) ni tampoco torturas y represión (como en el caso de Egipto) porque el pueblo se esta sobreponiéndose a la cultura del miedo practicada por los servicios secretos.


No hay vuelta atrás para el estado de derecho, un poder judicial independiente, libertad de prensa, los derechos de la mujer y los trabajadores, elecciones libres y justas y una economía de libre mercado abierta a todos en igualdad de condiciones, no sólo un mercado libre para los familiares de los gobernantes y unos cuántos hombres de negocio corruptos.

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