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miércoles, 23 de febrero de 2011

Al pueblo de Egipto, Gracias...


El mejor discurso que he escuchado en mi vida es el que pronunció el General Omar Suleiman en el cual anunció la marcha y dimisión de Hosni Mubarak delegando el poder en el consejo supremo de las fuerzas armadas egipcias, y el peor discurso que he escuchado en mi vida fuel el discurso de Mubarak de la noche anterior en el que anunciaba por primera vez la transferencia de sus poderes a su adjunto y segundo el General Suleiman.

El primer discurso no supera las 12 palabras, pero ha tranquilizado los corazones de más de 350 millones de árabes y mil quinientos millones de musulmanes dispersos por todas las partes del planeta y que estaban esperando este momento histórico de la caída del dictador y el inicio del proceso de cambio democrático que tanto anhelaban.

El presidente Mubarak no salió del gobierno de la forma en la que a él le hubiera gustado y había planeado, ni tampoco ha conseguido terminar su mandato a causa de la revolución juvenil tal y como deseaban los dictadores de la región que empañaron sus espadas de petrodólares en señal de apoyo en caso de que Estados Unidos suspendiera la ayuda financiera al régimen de Mubarak.

El último discurso del presidente Mubarak indica una gran soberbia que el dictador ha mantenido intacta hasta el último aliento de su “reinado” y revela una mentalidad anticuada y rígida incapaz de entender lo que está sucediendo a su alrededor al leer los mensajes claros que le llegaban desde la plaza de la liberación y desde todos los rincones de Egipto. Si yo fuera el autor de sus discursos, le hubiera aconsejado que se disculpara ante su pueblo, arrodillarse ante él, pedirle perdón y asegurarle que es una persona con cáncer de páncreas al que le quedan unas pocas semanas o meses y que querría pasar sus últimos días en su tierra antes de ser enterrado bajo ella.

Tenía la esperanza de que el presidente Mubarak se despidiera de su pueblo anunciando que va a donar todos los miles de millones de dólares que arrancó del sudor de los pobres de Egipto para que el país pueda pagar sus deudas y que se puedan construirse hospitales, universidades, escuelas y proyectos de inversión de manera que se crearan centenares de miles de puestos de trabajo para los parados, pero no fue así, porque Dios decidió para él la deshonra y un final miserable.

Lo pasado has sido grande, y los festejos por ello mayores, porque el grandioso pueblo egipcio ha conseguido el milagro, ha conseguido arrancar de sus raíces la dictadura con firmeza, determinación, la voluntad fuerte y la resistencia sin igual ante la máquina represiva más poderosa del tercer mundo.

La caída de Mubarak y su régimen es el final de una era, el final del eje de los moderados en Oriente medio, constituye el final de Camp David y todas sus consecuencias miserables para los árabes y musulmanes, es el final de la intromisión israelí que hizo que los regímenes árabes se arrodillaran ante los responsables israelíes rogando la paz aunque eso significara ceder y perder lo que poco que quedaba de palestina.

Esta revolución bendita devuelve Egipto a su lugar, lo devuelve al seno árabe del que nunca tuvo que haber salido, lo devuelve como un país clave que tiene que jugar un papel esencial en los equilibrios de fuerza en la región así como apunta a una nueva era, un nuevo proyecto árabe común que le devuelva a la nación su honra y su lugar entre las naciones del mundo entero tal y como hizo la revolución de Julio del 52.
La revolución de Julio fue emprendida por el ejército y el pueblo la abrazó por completo, y la revolución del 25 de Enero la empezó el pueblo y fueron las fuerzas armadas las que la protegieron devolviendo así el favor de hace más de medio siglo.

El ejército egipcio que lideró las tropas árabes en todas las guerras que la nación mantuvo en contra de la ocupación israelí, ha vuelto por la puerta grande pidiendo su posición y su papel, para conseguir un equilibrio estratégico en la zona, y apoyando los objetivos de la nación así como a los pueblos árabes en contra de las dictaduras protectoras de los proyectos e inversiones americanas e israelíes en la región.

Lo dijimos desde el primer día de la revolución egipcia, que la voluntad del pueblo es más grande, que los jóvenes de este pueblo no serán los primeros en retirarse, porque llevan razón, y son el origen de toda legitimidad y es por eso que su victoria no fue ninguna sorpresa para nosotros aunque es verdad que pusimos la mano en el corazón cuando vimos las conspiraciones, sobre todo de aquellos que se llamaban “la junta de de los sabios” y desde algunos regímenes árabes que se sentirán huérfanos después de la salida de Mubarak.

Decimos Gracias al grandioso pueblo de Egipto, Gracias a las mujeres santas que engendraron a los jóvenes de la plaza de Tahrir (liberación), y todas las plazas de las otras ciudades de Egipto, gracias a los honrados periodistas que se pusieron del lado de la revolución justa de su pueblo y se negaron a seguir mintiendo y ocultando la realidad.

Gracias a todos vosotros, porque nos devolvisteis nuestro orgullo, y nos devolvisteis a Egipto, líder y digna como nunca.

Traducido y resumido del periodico árabe: Alquds Alarabi (http://www.alquds.co.uk/)
Autor: Abdelbari Atwan (http://www.abdulbariatwan.com/)

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